08 julio 2007


Navegantes, visto que el blog anterior tiene incidencias de visualizacion, os anuncio que vuelvo a estar presente en estas hojas sueltas. Un saludo cordial y perdonad la molestia.

19 marzo 2007

AFRICA-OCCIDENTE


14 marzo 2007

EN EL CRIADERO DE LAS HORMONAS (FINAL)

Fue en tercero de la ESO cuando Emili comenzó a sentirse muy rara en presencia de su profesora. Se ponía tensa, tartamudeaba y no podía disimular su incomodidad. A veces se quedaba paralizada, lo que provocaba risas burlonas de algunos de sus compañeros. Poco a poco comenzó a odiar el francés y a La mademoiselle. Anne estaba desconcertada. Sus intentos para saber el motivo de esos cambios repentinos resultaron estériles. Pensó que tal vez, a sus catorce años, los sentimientos le estaban pasando una mala jugada. Empezó a preocuparse en serio cuando se dio cuenta que alguien había entrado en su correo electrónico desde su despacho y había impreso todos los mensajes. También el listado de su teléfono móvil había sido manipulado. Todo eso sucedió en cuestión de treinta minutos, cuando Anne estaba tomando un café durante el recreo. Una semana después, una alumna le preguntó si no tenía novio. Ella contestó que no, y medio enfadada, por mucho que intentó disimularlo, cortó la conversación. Le extrañó que Emili se riera como si acabara de liberarse de un gran peso. La profesora no sabía que la operación “caza” había sido un éxito.

Nadie sabe el momento exacto en el que Emili comenzó a sentirse atraída por su profesora. Lo que sí se sabe es que no tuvo problemas en reconocer, ante sus amigas, que era lesbiana. Ninguna de ellas se extrañó. Habían asumido que las opciones sexuales son muy personales y no deben influir en las relaciones entre amigas. El día en el que reveló su homosexualidad, les comentó a sus amigas que estaba locamente enamorada de su profesora de Francés. Ellas le prometieron discreción y colaboración. Enseguida empezaron las indagaciones en el pasado sentimental de su profesora. Por eso manipularon su teléfono móvil y su correo electrónico.

Desde que se sentía atraída por Anne, Emili convirtió las clases de Francés en un juego de amor. Por ejemplo mientras la profesara estaba escribiendo en la pizarra, ella aprovechaba para analizar sus equipamientos. La contemplaba sin reparos. Creía que tenía la obligación de mirarla porque era su amor ideal.

Fue en cuarto de la ESO cuando solicitó una entrevista con su profesora, con la excusa de analizar su evolución en la asignatura de Francés. Cuando entró en su despacho, cerró la puerta con llave. Anne pensó que quería consultarle algo delicado y no le preguntó por qué motivos cerraba la puerta con la llave. Tomó asiento con delicadeza. Todos sus gestos eran una tremenda provocación. En realidad, le estaba suplicando a su profesora para que le observara.


- Mademoiselle, ¿te has enamorado alguna vez?, le preguntó muy intrigada.
- ¿Qué crees tú, Emili?, le contestó Anne, intentando dominar la situación.
- ¿Sabes que tienes un cuerpo bonito?
- Todos los cuerpos son bonitos. Cada cuerpo tiene algo personal que le hace especial. Pero lo bonito no es un cuerpo aislado sino el conjunto armonioso de todos los cuerpos.
- ¿Y qué es lo que hace especial a mi cuerpo? Apuesto a que nunca me has observado cariñosamente.

Mientras le contestaba, Emili observaba sus manos en busca de algún rasgo que confirmara que ella también era lesbiana. Enredaba los dedos en su cabello, intentando lanzar mensajes de desesperación. Descaradamente, recorrió con sus ojos cada una de las partes del cuerpo de Anne hasta donde la mesa le impedía continuar. Cualquier gesto que hacía incomodaba a su profesora. Ella logró, disimuladamente, ponerse su chaqueta para evitar provocar más a su alumna. Pero cuanto más lo intentaba evitar, más atractiva se ponía. Aquella belleza no podía esconderse. De hecho su cuerpo era como una bandeja de pastelitos de diferentes ingredientes, todos riquísimos, en la que alumnos y profesores acudían para satisfacer sus apetitos, al menos, mentalmente.

La incomodidad de la profesora no fue un obstáculo para que Emili le siguiera preguntando por sus sentimientos. Su voz se iba entrecortando, como si las palabras le hicieran daño al pasar por su garganta. A menudo cerraba los ojos, consciente de que su profesora le estaba observando. En un par de segundos ensayaba mil formas de decirle lo muy enamorada que estaba de ella. Pero cuando los abría y sentía sus párpados humedecidos, no se atrevía. Notaba cómo su cuerpo ya no cabía en la silla. Aunque había cruzado las piernas pensando que de esta forma iba a poder controlar sus nervios, el calorcito de la sala le estaba poniendo a cien. Observó fijamente la mano de su profesora. La cogió. La acarició suavemente, y sin decir nada se marchó del despacho.

Anne se dio cuenta que Emili se estaba enamorando de ella. Se quedó un buen rato sin saber qué hacer. Aturdida, intentó consolarse diciendo que no era su culpa. Sabía que muchos chicos le adoraban por su físico, pero no pensaba que alguien se fuera a enamorar. Y mucho menos que ese alguien fuera Emili. Lo último que quería era hacer daño a su alumna. Se le pasó por la cabeza rendirse ante las evidencias, pero enseguida recordó que Emili, además de ser su alumna, era menor de edad. Se alivió un poco pensando que en menos de dos meses llegarían las vacaciones de verano, que las distancias geográficas de casi tres meses acabarían orientando sus sentimientos hacía chicas de su edad. Decidió hablar con ella.

El día siguiente la convocó a su despacho, y le dijo que intuía lo que le estaba pasando. Antes de terminar la frase, ella se lanzó a sus brazos. Medio niña, medio mujer, su cuerpo era tan ligero y tan vencido por las contradicciones del amor que se sentía volando. No paraba de llorar de emoción. En realidad, no daba crédito a lo que estaba viviendo.

- Por fin puedo ser feliz, le dijo, mirándole a los ojos.


Anne no supo contestar. El olor natural de Emili le estaba torturando. De hecho, estaba muy enternecida . Pero sabía que estaba delante de una menor, que en calidad de profesora la debía orientar sobre cómo enfrentarse a los sentimientos más traidores como el enamoramiento. Por primera vez en su vida sintió miedo. La situación le estaba desbordando. Pero Emili no parecía darse cuenta de la gravedad de los hechos. Seguía abrazándole, ajena a las dificultades que le estaba creando. El simple roce con Anne erizaba su piel a través del uniforme escolar. Sus grandes ojos se clavaban en las de Anne pidiendo un beso. No hay nadie más peligrosa que una adolescente enamorada. No tolera ser rechazada, y mucho menos ignorada.

La profesora no pudo contener más tiempo su tristeza y lloró. Tomó la determinación de marcharse a su Marsella ese mismo fin de semana. La excusa que se le ocurrió para el jefe de estudios fue la enfermedad de su madre. Y para su alumna, inventó otra:

- Emili, escúchame. Me pareces una niña estupenda. Por desgracia yo tengo pareja. En Paris. De hecho este fin de semana me va a presentar a su familia. ¿Crees que podemos seguir siendo amigas?
- Dime una cosa, Anne: ¿me amas?


Ella sonrió, la abrazó fuerte, pero no dijo nada.

EL-SOÑADOR


24 febrero 2007

EN EL CRIADERO DE LAS HORMANAS (II)

Anne sabía que algunos chicos pensaban en ella como objeto sexual. Al menos es lo que ellos decían en el pasillo. Se lo insinuó al jefe de estudios, y él le contestó que no era lo habitual, pero que no tenía porqué preocuparse: “el pensamiento es libre”, recalcó. Le confesó que había dejado de secuestrar las revistas pornos que los chicos intercambian en el recreo; que los padres no colaboran para luchar contra esas malas costumbres; que la administración hace oídos sordos a las quejas de los directores y que los psiquiatras se están cebando con el miserable sueldo de los profesores. Y añadió:

-Ser profesor en estos tiempos es más peligroso que trabajar de Guardia Civil en un barrio marginal. Al menos el Guardia Civil va armado. Nosotros no. La ley protege al menor. La sociedad nos exige resultados. Los padres esperan milagros. Los políticos siguen prometiendo. Mientras tanto, el futuro de nuestro pueblo se está confiscando.

Le explicó que la enseñanza obligatoria está siendo un desastre. Los alumnos más inteligentes no caben en este sistema. Y los menos interesados en los estudios no agradecen el esfuerzo de sus profesores.
Más sincero no podía ser. En cierto sentido se sentía en deuda con ella. Fue él quien le contrató durante los cursos de verano en la Universidad de Salamanca. Entonces Anne era una joven recién graduada en Lengua y Literatura Francesa, a punto de cumplir uno de sus sueños: trabajar de voluntaria durante un tiempo en los barrios marginados de Managua en Nicaragua. Por eso llevaba varios veranos viniendo a Salamanca para mejorar su pronunciación española. Pero esta vez coincidió que el instituto buscaba un profesor nativo para encargarse de la asignatura de francés. Y no se le ocurrió una mejor idea que mandar el jefe de estudios a los cursos de veranos de Salamanca para buscar candidatos. Asistía a las sesiones de presentaciones de los alumnos franceses y tomaba nota de aquellos que habían cursado los estudios de Lengua y Literatura Francesa.
“Yo soy Anne, de Marsella. Acabo de terminar Literatura y Lengua Francesa en la Universidad de ...”. El jefe de estudios respiró hondo. Fijó su mirada en la larga melena de aquella joven francesa que tenía una voz de locutora de radio en un programa de madrugada. En el descanso se le acercó. Se presentó y sin más rodeos le hizo la oferta. Por supuesto que Anne lo rechazó.
Al “Señor de la moustache”, como le llama Anne, le costaron cinco entrevistas para que Anne aceptara encargarse de la asignatura de francés en el instituto, de momento por cinco años. A primeros de septiembre pisó por primera vez el instituto, con su libreta de notas a mano.
Comenzó con el curso de primero. Enseguida notó que Emili, una muchacha morena y bastante desarrollada para su edad, tenía un nivel más elevado que el de sus compañeros, y le preguntó si alguna vez había estado en Francia. Por supuesto que Emili no conocía Francia. Simplemente era una alumna muy aplicada en sus estudios.
Dicen que los profesores suelen poner interés especial en aquellos alumnos más inteligentes. Sin embargo, éste no fue el caso. El aprecio mutuo nació de un gesto maternal por parte de Anne antes de las vacaciones de Navidad. La verdad es que Emili crecía tan rápido que a su tía materna no le había dado tiempo para enseñarle cómo se pone el tampax. Y como suele ocurrir entre las adolescentes, el período le pilló de sorpresa. Es cierto que en el camino hacia el instituto sentía que sus braguitas se estaban mojando más de lo normal, pero pensó que eran los nervios que le atacaban por el examen de Química que tenía a media mañana.
No estuvo atenta en clase de Matemática. Tampoco durante la Ética. Y perdió los nervios en clase de Francés. Anne lo descubrió por casualidad, en uno de esos controles de cuadernos que realiza en todas sus clases. Le dilataban algunas pequeñas manchas rojas en su falda, unos granitos que estaban compitiendo en su cara y un olor que cualquier mujer experimentada detecta al primer contacto.
Anne le miró en los ojos buscando confirmación de su sospecha, y ella asintió con la cabeza. Le escribió en su cuaderno que no pasaba nada, que no se moviera de su sitio hasta que no hubieran salido todos los compañeros. Para superar algunas situaciones conflictivas, a veces es necesario tranquilizarse.
Cuando todos los alumnos habían abandonado el aula, Anne y Emili se quedaron solas ante el peligro. La profesora sacó un tampax de su bolso y se lo ofreció.
-Gracias, mademoiselle.
-De rien. Sabes, deberías llevar un par de ellos en tu mochila hasta que controlaras tus días rojos.
-Mademoiselle, ¿le importaría enseñarme cómo se utiliza?
-Excuse-moi, no sabía que era tu primera regla.

Alumna y profesora se fueron al baño. Emili estaba tan nerviosa que por mucho que intentaba ponerse el dichoso tampax no conseguía detener el flujo que ya había cambiado el color de sus braguitas floreadas. Su profesora tuvo que acudir a la enfermería del instituto para traerle unas braguitas de usar y tirar que tienen un mecanismo para neutralizar el flujo durante, al menos, cinco horas.

-Cuando llegues a tu casa, dile a tu madre que te enseñe cómo se utiliza el tampax.
-No tengo madre.
-¿Cómo dices?
-Vivo con mi padre y mi hermano pequeño. Mi madre falleció poco antes de nacer mi hermano.
-Condoléances. Perdóname. Se supone que debería saberlo. Pero aún no he tenido tiempo para leer vuestros informes que me ha elaborado el jefe de estudios.
-No se preocupe, mademoiselle. Le preguntaré a mi tía.

Las dos mujeres se abrazaron cariñosamente, como dos amigas que acaban de compartir un secreto amoroso. Desde entonces nació una gran confianza entre ambas. Quienes se dieron cuenta de esta amistad no le dieron mayor importancia. Creían que era normal que una chiquilla, huérfana de madre, buscara sustituta en su profesora más preferida. También Anne pensaba lo mismo hasta que un día observó un comportamiento un tanto extraño en ella.

17 febrero 2007

EN EL CRIADERO DE LAS HORMONAS (I)

[Historia de amor entre una profesora y su alumna en un instituto secundario.]


El aire entraba por la ventana con intención de levantarle la minifalda a la profesora. Ella lo sabía. Sus alumnos también. Pero no hacía nada para evitarlo. Seguía leyendo Liberté, un poema de Paul Eluard. Le gustaba comentar la poesía paseando en el aula, sintiendo la respiración de sus alumnos. Al mismo tiempo que los mantenía despiertos, vigilaba sus posibles travesuras.
A menudo la minifalda se enrollaba entre sus piernas, y dejaba ver perfectamente las comisuras de sus braguitas. Hacía dos semanas que venía sin las medias. Por eso las suaves caricias de la brisa le recordaban que ese fin de semana debía afrontar la temida depilación para conservar la elegancia de sus piernas.

“Sur mes cahiers d’écolier, sur mon pupitre et les arbres, sur le sable sur la neige, j’écris ton nom .... liberté”. La dulce voz de Anne, verso por verso, iba desmenuzando el sueño de la libertad. Pocos profesores lograban mantener callados a sus alumnos tanto tiempo. Es verdad que al margen de dos o tres chicos que pensaban marcharse a Paris en verano, el resto parecía ajeno a las explicaciones de la profesora. Pero nadie molestaba. Y eso ya era un logro. Tanto ella como sus alumnos sabían que esa hora de los lunes era la más complicada para aprender. En silencio, la mayoría de ellos daban rienda suelta a su imaginación. Mientras los chicos soñaban con su profesora en una playa caribeña de luna de miel, las chicas querían ser como ella: inteligente, segura de sí misma, tremendamente sensual.
A última hora de la mañana el aula de cuarto de la ESO parecía un criadero de hormonas enloquecidas. Aunque estaban en el mes de marzo, los revolucionados cuerpos de los adolescentes juraban y perjuraban que la primavera había llegado, que era tiempo de enamorarse. Ellos lo notaban. Sus profesores también.
En esta época se multiplicaban los ingenios de los profesores para llamar la atención de sus alumnos. Por eso nadie cree que sus seducciones hacia los alumnos sean una casualidad o un simple descuido sin importancia, y mucho menos, fruto de la imaginación de una mente freudiana.
Cuando una profesora interpreta con soltura el cruce de piernas de Sharone Stone en El instinto básico, es consciente de lo que provoca en el aula. De hecho, si ningún alumno se sintiera atraído, sería el final de su carrera como profesora. Hay quienes dicen que no es ético seducir a los alumnos. Pero otros dicen que no hay nada de malo en que una profesora utilice todos sus trucos pedagógicos para mantener despierto el interés de sus alumnos.
Hasta hace poco las profesoras seducían a sus alumnos, conscientes del celo que podían despertar entre las chicas. Incluso a veces competían con ellas para ver quién era la mejor seductora del aula. En cambio, los profesores parecían interesarse más por las chicas que por los chicos. Ellos lo aceptaban, sin rencor. Si por casualidad algún chico miraba la bragueta de su profesor, no era para alimentar su imaginación erótica. Simplemente quería comparar. En esas edades, el tamaño sí que importa.
De un tiempo para acá, las cosas han cambiado mucho. A los veteranos les cuesta el cambio. De hecho, algunos se han retirado de la competitividad. No es raro que un chico se enamore de su profesor, o la profesora de su alumna. Mientras los más conservadores se escandalizan y se bloquean, los más jóvenes tienen sus trucos y funcionan. Se limitan a lanzar insinuaciones neutras. Si alguien protesta, le falta argumentos.
(Continuará ...)

05 febrero 2007

POSTMODERNIDAD Y RELIGION CATÓLICA

Sabíamos que la era de la postmodernidad había alcanzado todos los rincones. La globalización, y sobre todo, el internet, hace que lo que se vive en Paris se sienta en Yaoundé, en Bueños Aires o en Teherán. Pero lo que no sabíamos, o no queríamos reconocer, es que los conventos viven también en la postmodernidad.

Los religiosos postmodernos no piensan construir un mundo deseable por todos. No tienen metas preferentes. Viven su ideal, no en totalidad, sino fragmentándolo. Lo que gusta se recibe, lo que incomoda se repulsa sin contemplaciones. La entrega por los demás no está mal vista si procura el bienestar personal. No hay reglas globales. Cada cual vive como le parece conveniente. Todo es interpretación. Todo vale.

Yo creo que lo que más urge es preguntarse si hay manera de ser postmoderno sin dejar de ser religioso en el sentido tradicional. Esta es una tarea muy difícil, pues un gran número reconocen que para que el ser humano viva bien es necesario que Dios muera. Incluso a veces pueden afirmar, en “petit comité”, que ya no vale la pena morir por nada ni por nadie. Pero esto contradice el espíritu cristiano.

Hay un número, cada vez más elevado, de religiosos que han abandonado ya los grandes relatos. Rechazan los proyectos comunitarios y la búsqueda de consenso. Aceptan y practican una moral provisional y de circunstancias. Tienen una receta peculiar para cada situación. Sus bibliotecas personales se están llenando de libros de dietética, yoga, herboristería y afectividad. Se preocupan por el cuidado del cuerpo y la educación física. Hay quienes afirman que la estética ha sustituido a la ética y se ha convertido en el decálogo de la juventud.

En la mente de algunos religiosos, no hay contradicciones entre profesar la pobreza y acumular riquezas materiales; no hay contradicción entre la castidad y la dependencia afectiva hacia gente del mismo sexo; no hay contradicciones entre el voto de obediencia y la realización de un proyecto personal. Dicen que cada postura ha de ser analizada en un tiempo y lugar concreto.

Ya hemos mencionado que los postmodernos reconocen únicamente el presente como tiempo real. Sin embargo, los cristianos bien educados valoran el pasado, el presente y el futuro sin absolutizar ninguno de ellos. El pasado es la raíz del presente. El futuro da sentido al presente. De ahí que el presente que no tenga futuro pierda sentido y credibilidad. Es necesario, pues, que los cristianaos, y sobre todo, curas y monjas, sigan soñando con los cielos nuevos y la tierra nueva.

27 enero 2007

LA RELIGIOSIDAD POSTMODERNA

La religiosidad postmoderna es sincretista. Abandonada la visión o cosmovisión religiosa totalizante y coherente, se opta por una mezcla de creencias e “in-creencias” que el individuo elige, teóricamente, en libertad.

La postura postmoderna no es agresiva en lo religioso. Si se es “in-creyente”, se es sosegadamente. No hay fundamento para impositividades ni en un sentido ni en el contrario. Todo vale lo mismo. No hay ideas o valores fuertes que puedan orientar, dinamizar y unificar la existencia... Ni siquiera conviene pararse a hacer planteamientos o preguntas graves. Por eso, cunde un fenómeno de “in-creencia” de dejadez. Sin proponérselo, no pocos se encuentran entibiados en lo religioso y hasta prescinden de las referencias explícitas a Dios en sus expresiones coloquiales.

http://africaenmarcha.blogspot.com/