14 septiembre 2006

África: visión panorámica


El continente negroafricano está saturado de malas noticias. Raro es el país africano sin tensiones religiosas, sociales, políticas o étnicas. En África abundan los problemas: en casi todas las naciones hay una miseria espantosa, una mala administración de los recursos naturales, una inestabilidad política y una desorientación social. El resultado es evidente: crisis de estados, guerras, violaciones de los derechos humanos, miseria y desesperación. En un mundo controlado por las naciones ricas y poderosas, África se ha convertido prácticamente en un apéndice sin importancia, a menudo olvidado y descuidado por todos. De ahí que muchos sentencien que África es un continente en “verdadera ebullición”. Buena parte de los casi 861 millones de africanos tienen problemas para sobrevivir en un continente que, paradójicamente, todavía goza de ciertos recursos naturales. Aunque la casi totalidad de los países africanos tienen una población muy joven, para muchos sobrevivir es un desafío diario. La mayoría de ellos tienen que “afrontar un futuro incierto sin perder las señas de identidad”.

En los pueblos negroafricanos, gran parte de la población se enfrenta a una existencia marcada por el hambre y la desnutrición. Enfermedades mortales como la malaria, el cólera y sobre todo el sida son frecuentes. Los conflictos armados se han cobrado millones de muertos y de desplazados en los últimos años. El caso de la Zona de los Grandes Lagos es sólo la punta del iceberg. Los servicios sociales esenciales como la sanidad y la educación se encuentran bloqueados. Las arcas estatales están en bancarrota. Por eso la población africana se encuentra en los últimos puestos del índice de desarrollo humano. De hecho, “la totalidad del continente subsahariano, si exceptuamos África del Sur, está en una crisis aguda y en unos niveles de vida más bajos que en los momentos de la independencia”.

Todos los indicadores económico-socio-políticos apuntan en esta dirección de una crisis muy grave: empeoramiento de los derechos humanos, las desigualdades sociales, la inmigración y la crisis de estado. Muchos negroafricanos viven en la indigencia absoluta, en condiciones inferiores a los de los animales. Siguen excluidos de los cenáculos en los que se reparten los poderes y las riquezas mundiales.

Aunque todos los estados africanos cuentan con dirigentes políticos y eclesiásticos africanos, el fracaso político es patente: regímenes dictatoriales, frecuentes golpes de estado y guerras fratricidas. Estos fenómenos tienen una repercusión negativa en las estructuras económicas, ya de por sí muy frágiles. Muchos dirigentes no distinguen los bienes públicos de los privados y han convertido la tiranía en la forma “normal” de gobernar, y la guerra, en la única forma de llegar al poder y enriquecerse.

Rukara