14 marzo 2007

EN EL CRIADERO DE LAS HORMONAS (FINAL)

Fue en tercero de la ESO cuando Emili comenzó a sentirse muy rara en presencia de su profesora. Se ponía tensa, tartamudeaba y no podía disimular su incomodidad. A veces se quedaba paralizada, lo que provocaba risas burlonas de algunos de sus compañeros. Poco a poco comenzó a odiar el francés y a La mademoiselle. Anne estaba desconcertada. Sus intentos para saber el motivo de esos cambios repentinos resultaron estériles. Pensó que tal vez, a sus catorce años, los sentimientos le estaban pasando una mala jugada. Empezó a preocuparse en serio cuando se dio cuenta que alguien había entrado en su correo electrónico desde su despacho y había impreso todos los mensajes. También el listado de su teléfono móvil había sido manipulado. Todo eso sucedió en cuestión de treinta minutos, cuando Anne estaba tomando un café durante el recreo. Una semana después, una alumna le preguntó si no tenía novio. Ella contestó que no, y medio enfadada, por mucho que intentó disimularlo, cortó la conversación. Le extrañó que Emili se riera como si acabara de liberarse de un gran peso. La profesora no sabía que la operación “caza” había sido un éxito.

Nadie sabe el momento exacto en el que Emili comenzó a sentirse atraída por su profesora. Lo que sí se sabe es que no tuvo problemas en reconocer, ante sus amigas, que era lesbiana. Ninguna de ellas se extrañó. Habían asumido que las opciones sexuales son muy personales y no deben influir en las relaciones entre amigas. El día en el que reveló su homosexualidad, les comentó a sus amigas que estaba locamente enamorada de su profesora de Francés. Ellas le prometieron discreción y colaboración. Enseguida empezaron las indagaciones en el pasado sentimental de su profesora. Por eso manipularon su teléfono móvil y su correo electrónico.

Desde que se sentía atraída por Anne, Emili convirtió las clases de Francés en un juego de amor. Por ejemplo mientras la profesara estaba escribiendo en la pizarra, ella aprovechaba para analizar sus equipamientos. La contemplaba sin reparos. Creía que tenía la obligación de mirarla porque era su amor ideal.

Fue en cuarto de la ESO cuando solicitó una entrevista con su profesora, con la excusa de analizar su evolución en la asignatura de Francés. Cuando entró en su despacho, cerró la puerta con llave. Anne pensó que quería consultarle algo delicado y no le preguntó por qué motivos cerraba la puerta con la llave. Tomó asiento con delicadeza. Todos sus gestos eran una tremenda provocación. En realidad, le estaba suplicando a su profesora para que le observara.


- Mademoiselle, ¿te has enamorado alguna vez?, le preguntó muy intrigada.
- ¿Qué crees tú, Emili?, le contestó Anne, intentando dominar la situación.
- ¿Sabes que tienes un cuerpo bonito?
- Todos los cuerpos son bonitos. Cada cuerpo tiene algo personal que le hace especial. Pero lo bonito no es un cuerpo aislado sino el conjunto armonioso de todos los cuerpos.
- ¿Y qué es lo que hace especial a mi cuerpo? Apuesto a que nunca me has observado cariñosamente.

Mientras le contestaba, Emili observaba sus manos en busca de algún rasgo que confirmara que ella también era lesbiana. Enredaba los dedos en su cabello, intentando lanzar mensajes de desesperación. Descaradamente, recorrió con sus ojos cada una de las partes del cuerpo de Anne hasta donde la mesa le impedía continuar. Cualquier gesto que hacía incomodaba a su profesora. Ella logró, disimuladamente, ponerse su chaqueta para evitar provocar más a su alumna. Pero cuanto más lo intentaba evitar, más atractiva se ponía. Aquella belleza no podía esconderse. De hecho su cuerpo era como una bandeja de pastelitos de diferentes ingredientes, todos riquísimos, en la que alumnos y profesores acudían para satisfacer sus apetitos, al menos, mentalmente.

La incomodidad de la profesora no fue un obstáculo para que Emili le siguiera preguntando por sus sentimientos. Su voz se iba entrecortando, como si las palabras le hicieran daño al pasar por su garganta. A menudo cerraba los ojos, consciente de que su profesora le estaba observando. En un par de segundos ensayaba mil formas de decirle lo muy enamorada que estaba de ella. Pero cuando los abría y sentía sus párpados humedecidos, no se atrevía. Notaba cómo su cuerpo ya no cabía en la silla. Aunque había cruzado las piernas pensando que de esta forma iba a poder controlar sus nervios, el calorcito de la sala le estaba poniendo a cien. Observó fijamente la mano de su profesora. La cogió. La acarició suavemente, y sin decir nada se marchó del despacho.

Anne se dio cuenta que Emili se estaba enamorando de ella. Se quedó un buen rato sin saber qué hacer. Aturdida, intentó consolarse diciendo que no era su culpa. Sabía que muchos chicos le adoraban por su físico, pero no pensaba que alguien se fuera a enamorar. Y mucho menos que ese alguien fuera Emili. Lo último que quería era hacer daño a su alumna. Se le pasó por la cabeza rendirse ante las evidencias, pero enseguida recordó que Emili, además de ser su alumna, era menor de edad. Se alivió un poco pensando que en menos de dos meses llegarían las vacaciones de verano, que las distancias geográficas de casi tres meses acabarían orientando sus sentimientos hacía chicas de su edad. Decidió hablar con ella.

El día siguiente la convocó a su despacho, y le dijo que intuía lo que le estaba pasando. Antes de terminar la frase, ella se lanzó a sus brazos. Medio niña, medio mujer, su cuerpo era tan ligero y tan vencido por las contradicciones del amor que se sentía volando. No paraba de llorar de emoción. En realidad, no daba crédito a lo que estaba viviendo.

- Por fin puedo ser feliz, le dijo, mirándole a los ojos.


Anne no supo contestar. El olor natural de Emili le estaba torturando. De hecho, estaba muy enternecida . Pero sabía que estaba delante de una menor, que en calidad de profesora la debía orientar sobre cómo enfrentarse a los sentimientos más traidores como el enamoramiento. Por primera vez en su vida sintió miedo. La situación le estaba desbordando. Pero Emili no parecía darse cuenta de la gravedad de los hechos. Seguía abrazándole, ajena a las dificultades que le estaba creando. El simple roce con Anne erizaba su piel a través del uniforme escolar. Sus grandes ojos se clavaban en las de Anne pidiendo un beso. No hay nadie más peligrosa que una adolescente enamorada. No tolera ser rechazada, y mucho menos ignorada.

La profesora no pudo contener más tiempo su tristeza y lloró. Tomó la determinación de marcharse a su Marsella ese mismo fin de semana. La excusa que se le ocurrió para el jefe de estudios fue la enfermedad de su madre. Y para su alumna, inventó otra:

- Emili, escúchame. Me pareces una niña estupenda. Por desgracia yo tengo pareja. En Paris. De hecho este fin de semana me va a presentar a su familia. ¿Crees que podemos seguir siendo amigas?
- Dime una cosa, Anne: ¿me amas?


Ella sonrió, la abrazó fuerte, pero no dijo nada.

EL-SOÑADOR