16 diciembre 2006

EN NOMBRE DEL RECIÉN LLEGADO A KARIBU


Tiene un nombre común pero es desconocida como la mayoría de los inmigrantes africanos que hablan y escriben en español gracias a sus clases en el centro de Karibu.

Sin más títulos pedagógicos que su noble corazón y su convicción de que la integración social pasa por manejarse bien en el idioma de lugar, esta gallega (morena, fácilmente confundible con una mujer árabe) ha logrado que centenares de jóvenes africanos que llegan a Madrid sin saber leer ni escribir en ninguna lengua, logren desplazarse en los grandes pasillos del Metro sin perderse en sus combinaciones de líneas, y sobre todo, sin depender de la generosidad de los viajantes que, a veces por sus prisas, orientan mal a los forasteros.

Esta voluntaria, adorada por todos los chicos que hemos pasado por sus clases, puede presumir que conoce los rincones de África sin haber cruzado la frontera del Sur de España. Sabe escuchar a los que llegan; los domingos visitan los museos madrileños con los recién llegados; ¡incluso sabe vestirse de africana! Ella cree que la historia personal de cada inmigrante es una historia de oro. Nosotros creemos que vive así nuestras historias porque tiene un gran corazón, como tantos voluntarios curtidos en Cruz Roja y que reparten su generosidad en el mundo entero. Porque, creedme, una historia de oro es como una onda radiofónica de un buen programa: nos descubre, día tras día, que un corazón generoso es el mejor patrimonio de la humanidad. Y Pilar, así se llama nuestra querida profesora, ha conseguido ser el patrimonio de los africanos que vivimos en Madrid.